CENTRO CULTURAL SAN FRANCISCO SOLANO



LAS FRESAS …. SE LIMPIAN ASÍ

Amiga Celia, el domingo fui con un grupo de amigos a comer una paella

al campo, a la caseta de Magdalena y de Roberto. Viven en el campo

desde hace un par de años y tienen con ellos a la madre de Roberto que

todavía está muy bien, a pesar de sus casi noventa años; han alquilado su piso

y también le cogen su pensión

Pasamos un día muy agradable, me refiero al tiempo, pues el viento que

de vez en cuando soplaba, no era lo suficientemente fresco que nos

incomodara, no, lo pasamos bien. Recuerdo que no hace mucho tiempo,

cuando hacíamos estas piñatas, hablábamos de los proyectos

económicos, de los estudios de nuestros hijos, de si ésta u otra asignatura

se necesitaba para cumplimentar la carrera. Parece ser que fue un acierto,

todo el mundo encontró trabajo. El chico de Fernanda que no quiso

seguir los estudios y se fue a trabajar a la construcción (al ladrillo como

dicen ahora) y con el dinero que ganaba se compró un coche de no sé

cuántos cilindros (así lo comentan), y ahora se ha quedado en el paro,

todavía no ha acabado de pagar el coche y los padres no saben qué hacer,

ni él tampoco.

Ya sabes, los comentarios son siempre los mismos en estos difíciles

tiempos que estamos viviendo. Se hacen mil conjeturas de cómo organizarse.

Se cuentan casos muy alarmantes y la gente se repliega hacia sí,

las familias se reagrupan.

Muchos jubilados están manteniendo a sus hijos y nietos.

¿Te acuerdas de Paco, el andaluz que vino a hacer la mili y se quedó?

Paco ha vivido aquí más de cuarenta años, se jubila dentro de unos meses

y nos contaba: “Cuando vine de Andalucía estaba muy contento pues

tenía trabajo en el textil, sólo he cambiado dos veces de empresa y ahora,

próxima mi jubilación, ya pagado el piso y el coche, resulta que mi hijo

Pedro se ha quedado en el paro. Es mecánico, pero le han cerrado el

taller, su mujer tampoco tiene trabajo y están los dos niños, mis nietos,

¿sabes que me ha dicho?, que se vuelven al pueblo. Allí yo dejé una vieja

casa y unas hectáreas de terreno, hoy baldío, y que va a hacerse agricultor

¿pero tú crees que esto es posible? Se fue el padre y ahora vuelve el hijo.

Le pregunté cómo era posible y me dijo que el hijo iba a cobrar el paro

durante un par de años y que en ese tiempo mientras le salía o no trabajo

iba a reparar la casa y a hacer una huerta y una granja. ¡Es horroroso! es

como volver atrás cincuenta años.

Comprendo el pánico de Paco pero no me parece mala idea el proyecto

de Pedro. Cuando se lo decía a Paco éste me miraba y no me comprendía

y vi que al igual que este andaluz que un día se vino a estas tierra en

busca de mejor fortuna, muchas otras personas se encuentran ahogadas

de deudas y muy acosadas sin ver salida a su situación económica. Nos

han hecho creer que éramos ricos cuando en realidad no hemos dejado

de ser pobres. ¿Y qué quieres?, la gente se debate angustiada intentando

encontrar una salida.

Lo que me ha impresionado más es el caso de Rafael. Se montó una

tienda de electrónica y su hermano y su madre le avalaron, su madre con

su piso claro y le ha ido mal y no ha podido pagar sus deudas y ahora el

banco ha desahuciado a la pobre Dª Marita que se creía la gran señora

porque tenía un piso hermoso ya pagado, su estado anímico es deplorable.

¿Has visto la cantidad de tiendas que compran oro viejo? No sabes la

cantidad de dinero que están haciendo con la cantidad de oro que la gente

va vendiendo para poder salir de apuros.

La que más argumentaba sobre el tema era Clara mientras pelaba las

fresas, para hacer la ensalada de frutas. La madre de Roberto la miraba

insistentemente desde un rincón de la cocina. Clara cogía la fresa

rebanaba donde estaban las pequeñas hojas y las depositaba en el frutero

y de nuevo retomaba sus acaloradas explicaciones. “Pues esa pareja de

peruanos han tenido que volver a su tierra, se compraron un piso y ya

pagado quisieron otro más grande, no les bastaba éste, lo dieron al banco

y se compraron el otro. A pesar de poner en garantía su piso se quedaron

con una deuda de cuarenta mil euros y ahora al quedarse sin trabajo no

han podido seguir pagando la hipoteca y claro, el banco se ha quedado

con el piso. “Y es que la gente no sabe ahorrar y se mete en unos berenjenales”

En ese momento se levantó la abuela y se dirigió hacía Clara y con toda

resolución le espeto:

- “Tu sí que no sabes ahorrar, estas quitando casi la mitad de la fresa al

cortar las hojitas, las judías que has puesto a hervir no les has quitado la

punta, sino un trozo, las zanahorias están mal peladas pues habéis dejado

la mitad en la piel. Mira, coge el cuchillo y haz un redondel al lado del

pezón y extrae sólo las hojas. ¿Ves?, así se pelan las fresas”.

Todos nos pusimos a reír de las ocurrencias de la vieja, menos yo que de

repente, el pasado hambriento y desolador me golpeó duramente.

Recordé con nitidez cuando un día al salir del colegio pasamos una

amiguita y yo frente a una frutería. Le pregunté a mi compañera que era

aquello tan grande que brillaba en el frutero central y me responde con

toda naturalidad: “Pues una manzana, ¡qué va a ser!”

- ¿Tan grande? No puede ser -le repuse. No, las manzanas son más

pequeñas y están estropeadas, y la mitad podridas, no brillan. Mi madre

me hace pelar cada día que las hay, un plato para poder comerlas en el

postre y cuando protesto porque algunas tienen gusanos me dice:

- “Esas que tienen agujeros son las mejores, las más buenas ¿tú que te

crees que los gusanos son tontos? Siempre escogen las mejores, las más

dulces así que coge el cuchillo y redondea donde está la lombriz

devoradora la sacas y la tiras y el resto al plato para el postre”.

Sentí una amargura, pues muchas veces las cosas del pasado vuelven

golpeándonos y me da la sensación de no haber superado, en nada, un

pasado de escasez, represión y desorganización.

Salomé Moltó



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